Por su mente vagaba la idea de no volver a beber más, pese a que recaía una y otra vez. Sus orbes se dirigieron a su cama, ocupada por un tío que ni siquiera recordaba hacer conocido. Lo último que había en su consciencia era uno más de esos juegos nocturnos a los que se enfrentaba noche tras noches, jugándose la vida en ello sin importarle nada, solo para sentir aquel subidón y luego descender en picado cual montaña rusa.
Se levantó a trompicones, haciendo fuerzas para no vomitar de camino hasta el baño, allí otra raya, aquella fue la última que su cuerpo soportó de su corta vida.
21 años de desfase, de amores rotos, de mierda, de risas, de noches como aquella.
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